Cómo, cuándo y qué hábitos dentales deberíamos introducir en los niños
Una parte fundamental de la educación de nuestros hijos va encaminada a la consolidación de ciertas rutinas del día a día. Tareas y maneras de hacer las cosas que abarcan hábitos de comportamiento e higiene como son la forma de comer, cómo vestirnos o el modo y frecuencia de aseo personal.
Está sobradamente demostrado, tanto por multitud de estudios como seguramente por experiencia propia, que todo aquello que aprendemos desde pequeños se asimila de mejor manera, más rápido y permanece a lo largo de los años. Por ello, debemos aprovechar la ventaja que ello nos concede y facilitar a nuestros niños todas las herramientas que estén en nuestras manos para que se conviertan en personas lo más saludables posible.
El Dr. Segura-Mori posee más de 15 años de experiencia tratando a niños en la consulta odontológica y opina que, a diferencia de lo que la mayoría de los padres piensan, la educación en higiene bucodental depende más de la voluntad de los progenitores que de las características particulares de cada niño. En este sentido, afirma que los progenitores tienen un papel fundamental del que es importante que sean conscientes. Y concretamente, respecto a la salud oral recomienda que se trabaje desde muy temprano en dos direcciones claras:
1. Inculcar el hábito de introducir el cepillo después de cada comida:
Respecto a esto, el Dr. Segura-Mori recalca que dar ejemplo es algo clave. Los pequeños aprenden a base de imitar los gestos y acciones que realizan los adultos, y más si se trata de algo que observan cada día de sus figuras referentes.
Su recomendación es comprar un cepillo de dientes infantil en cuanto el niño sea capaz de manejarlo mínimamente (aproximadamente entre los 9 meses y un año) y enseñarle que hay que pasarlo por los dientes después de las comidas. Preferiblemente al mismo tiempo que nosotros hacemos lo mismo.
Evidentemente no debemos esperar que la higiene dental sea la adecuada, pero ese tampoco es el objetivo. Lo que buscamos es que el niño perciba e interiorice esa rutina como algo natural.
2. Realizar visitas rutinarias al dentista:
Normalmente no es necesario visitar al dentista antes de que el niño cumpla los 2 o 3 años. Cuando llega el momento, es importante realizar una visita breve que sirva como primera toma de contacto para conocer al «médico de los dientes». Esta primera visita va a determinar en muchos casos la actitud con la que los pequeños afrontan las sucesivas consultas, por lo que siempre debe orientarse como algo divertido, casi como un juego, teniendo en cuenta que los profesionales de la Odontología están entrenados para que así sea.
Dado que los niños que nunca han acudido al dentista no tienen formada una opinión al respecto, es de máxima importancia que los padres no sugestionen a sus hijos transmitiendo una imagen negativa de la visita a la clínica. Si bien esta sugestión se hace generalmente de manera inconsciente, hay que evitar las frases del tipo «tranquilo hijo que no te va a doler», «no te van a pinchar», etc., puesto que suelen tener el efecto contrario al deseado ya que ponen al niño en alerta ante lo que entienden como una potencial amenaza, y desencadenan sentimientos de miedo o ansiedad ante una experiencia que todavía no han vivido.